El implacable despliegue de seguridad para proteger al presidente de Estados Unidos

ESPECIAL.- Un país como Estados Unidos genera distintas sensaciones en el mundo de la opinión pública, la diplomacia y la política, el máximo representante de esta nación por igual.

El presidente de Estados Unidos representa una fuerza de mando de las más poderosas del planeta, quizá la que más.

A nivel político, social, tecnológico y armamentístico, la nación norteamericana ha sabido catapultarse al liderazgo global, por lo que el presidente es una figura altamente socorrida, pero también, con un gran riesgo a sus espaldas.

Ya sea por parte de detractores, enemigos o incluso aliados en circunstancias muy específicas, el presidente puede poner en riesgo su vida a diario, por lo que a lo largo de la historia, ha sido fundamental el aparato de seguridad que lo rodea, y que lo mantiene a salvo.

No solo para resguardar su vida, ni sus intereses, sino evitar un vacío de poder, una oportunidad de inestabilidad en las bolsas mundiales o simplemente el freno de una esfera política, el presidente tiene un esquema meticuloso de seguridad en todos los ámbitos de su vida.

A lo largo de la historia, cinco presidentes estadounidenses han muerto asesinados durante su mandato, quizá los casos más conocidos los de John F. Kennedy y Abraham Lincoln.

En la actualidad existen diversos factores de riesgo en los que se podría atentar contra la vida del actual presidente Donald Trump, por ejemplo; el movimiento antirracista “Black Lives Matter”, de cual el propio Trump ha atacado. Otra circunstancia bien puede ser las tensas relaciones con Irán luego del ataque ordenado al general de la Guardia Revolucionaria Iraní, Qasem Soleimani.

Asimismo siempre se puede anticipar algún intento de espionaje de parte de la China de Xi Jinping con la que Trump ha desplegado una guerra comercial, las intervenciones del Kremlin en los servicios de inteligencia americanos o las amenazas de Corea del Norte a occidente por el acuerdo nuclear.

En el día a día, el presidente de los Estados Unidos está arropado por agentes del Servicio Secreto, quienes son elementos con entrenamiento militar de primer nivel, que lo siguen a sol y a sombra, salvo en la oficina oval, que posee un sistema de seguridad a base de sensores en toda la sala.

Cuando realiza viajes terrestres, “La Bestia”, un Cadillac limusina blindado con altas medidas de seguridad, lo protegen de ataques químicos, bombas y por supuesto cuenta con armamento de grueso calibre para repeler y atacar un objetivo.

Por el aire, el Air Force One, un denominado avión presidencial que en realidad son dos aeronaves gemelas que igualmente acompañan al mandatario a todos los rincones del mundo es sus visitas de Estado. Con impecables modificaciones de un Boeing VC-25A, que dejando de fuera la cantidad de cuartos y acabados de lujo, posee un sistema amplificado de comunicaciones, reabastecimiento de combustible en pleno vuelo para “un viaje eterno”, y la capacidad de eludir misiles de calor y hasta ataques nucleares.

Por si fuera poco, durante los eventos de convocatoria popular como mítines, el mandatario estadounidense no sube al podio sin que antes haya una pantalla con siete centímetros de grosor frente a él, con la premisa de evitar atentados con armas de fuego o explosivos.

El entorno de alta seguridad y el hermetismo sobre datos que puedan poner en peligro al presidente de los Estados Unidos, refleja la complejidad y trascendencia de la figura a nivel mundial.

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